diumenge, 20 de novembre del 2016

AQUESTA SETMANA RECOMANEM

La de hoy un libro maravilloso, lleno de luz, imaginación y esperanza, firmado por el gran Jimmy Liao. Su título El sonido de los colores.

El Sonido de los Colores cuenta la historia de una niña que de pronto, un día dejó de ver. Su ángel de la guardia le abandonó y a partir de ese momento ella se sintió ciega pero poseedora de un particular don:

Todos los colores se le traducían en sonidos y olores.
Su nueva condición le lleva a inicar un viaje a través de los túneles del metro con un objetivo marcado desde las primeras páginas: construir o mejor dicho reconstruir el mundo que ha perdido y llenarlo de nuevas percepciones, propias y diferentes, en donde el único límite es su imaginación y los recuerdos que le surgen en cada nueva estación.

Un viaje poético que le lleva a un mundo sinestético en donde tienen cabida laberintos sin salida, elefantas que desfilan a paso lento, pájaros que cantan en jardines secretos… y en donde la perdida y el olvido, como bien nos dice Ana Matellanes, son compensados por la gran capacidad transformadora que tiene la imaginación.
Un precioso libro, que como todos los de Jimmy Liao posee múltiples lecturas. Un libro para pensar, para detenernos, disfrutar y deleitarnos con cada página. Un libro que nos habla de superación, de esperanza, de buscar la mejor la versión de nosotros mismos y de lo que nos rodea aunque las circunstancias, los colores de la vida, no nos acompañen. Un libro con una protagonista que sabe caminar con paso firme por esa oscuridad que la envuelve en busca de los lugares, las estaciones de metro, que le hacen sentirse más feliz. Una muy buena postura para ser feliz en esta vida.
Un libro dedicado a todos los poetas que concluye  citándonos el poema que lo inspiró:  La ciegadel Libro de las imágenes de Rainer Maria Rilke.
Ahora ya no tengo que pasar sin ello:
todos los colores se traducen
en sonidos y olores.
Y resuenan como melodías
de belleza infinita.
¿Para qué quiero un libro?
El viento hojea los árboles
y sé lo que allí son palabras
y las repito a veces en voz baja.
Y la muerte, que arranca ojos como si fueran flores,
no encuentra ya los míos.



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