Isabel Solé: “Ceñir la lectura a un nivel instrumental es limitador”.
Isabel Solé
Catedrática del Dpt. de Cognición,
Desarrollo y Psicología de la
Educación de la Universidad de Barcelona
De pequeña estaba entusiasmada con las
novelas de Enid Blyton y le hubiera gustado protagonizar alguna de la aventuras
de las gemelas O’Sullyvan o de Los Cinco. Se convirtió en preceptora de una de
sus primas pequeñas a la que le pasaba sus libros favoritos y casi sin darse
cuenta, consiguió aficionarla también a la lectura.

“No
hay dos personas que lean el mismo libro” ¿Está de acuerdo con esta frase de
Edmund Wilson?
Claro que hay muchas personas que leen el
mismo libro, lo que quería decir Wilson es que no hay un libro que tenga una
sola interpretación. A pesar de que todos leamos el mismo texto, cada uno hace
una interpretación peculiar de aquello que ha leído. Esto no es muy diferente a
lo que ocurre cuando escuchamos una conferencia, cuando vemos una película o
cuando observamos una obra artística. En cada una de nuestra acciones
interviene lo que nosotros aportamos a nivel cognitivo y emocional y esto es lo
que nos hace llegar a una determinada interpretación.
La forma en la que un niño o niña aprende
a leer, ¿de qué manera condiciona su capacidad de aprendizaje?
Para responder esta pregunta deberíamos
remitirnos a muchos aspectos que tienen que ver con lo que significa aprender a
leer. De forma muy simplificada, podemos decir que la forma en la que un niño
aprende a leer determina cómo entiende el papel de la lectura. Lo que puede
influir en la capacidad de aprendizaje es que enseñemos que la lectura va más
allá de aprender a decodificar la escritura.
¿Qué
formas hay de aprender a leer?
Cuando enseñamos a leer de forma que lo
importante es entender lo que dice el texto, probablemente la aproximación de
estos niños a la lectura estará muy condicionada a esta idea. Cuando la forma
de aprender a leer contempla las aportaciones que el niño hace respecto a la
lectura, el niño entiende que el texto es algo sobre lo que se puede pensar,
reflexionar… Esto le da una visión enriquecida y aprende que la lectura
es un instrumento que le sirve, no solo para saber lo que el texto dice, sino
también para revisar sus propias ideas, para aprender…
¿Se
tiene esto en cuenta hoy en día en las aulas?
Los estudios indican que se invierte
mucho tiempo en que los niños aprendan a leer, es decir, se invierte en los
estadios iniciales de la lectura, que son muy importantes, pero se dedica menos
esfuerzo a enseñar a utilizar la lectura para aprender contenidos complejos
como son los de las áreas curriculares. Es frecuente la creencia cómoda, pero
equivocada, de que cuando un niño o niña sabe descifrar textos puede aprender a
través de la lectura.
Y,
en cambio, ¿cuál es la realidad?
La competencia lectora no es una
capacidad que se adquiere, se convierte en estable y se aplica tal cual como si
fuera un patrón. Es una capacidad que se moldea, se hace más flexible a medida
que vamos leyendo textos de complejidad diversa y que nos sirven para resolver
distintas tareas y lograr diferentes objetivos de lectura. Todo esto exige que
se enseñe a poder trabajar el texto: relacionar información dispersa, analizar,
buscar las ideas principales, etc. A enseñar estos aspectos se presta menos
dedicación de la que se debería.
¿Todos
los niños aprenden a leer al mismo tiempo?
No. Para que los niños puedan aprender a
leer, deben entender lo que la escritura representa, su relación con el
lenguaje oral. Esto lo explican muy bien Ana Teberosky y Emilia Ferreiro en sus
investigaciones. Los niños deben entender qué es un sonido, qué es una letra,
deben saber aislar una letra en el conjunto de una palabra, o lo que es más
difícil, aislar un sonido en una emisión fonética continua. Deben saber aislar
segmentos y hacer correspondencias. Esto es un proceso lento y apasionante, y
que cada niño hace a su ritmo, aunque la curiosidad que suelen tener sobre el
tema facilita mucho las cosas.
¿Qué
influye en este aprendizaje?
Las experiencias que ellos tienen en el
lenguaje escrito son muy importantes. Hay familias en las que el lenguaje
escrito está muy presente en su día a día y familias en las que lo está menos.
De la misma forma que hay familias en las que la música está muy integrada y
otras en las que no lo está. Esto hace que para algunos niños el proceso esté
más estimulado y pueda ser más rápido, y que en otros niños el proceso vaya más
despacio. Aunque nunca es un problema, al final todos los niños lo acaban
haciendo.
Y
cuando hablamos de aprender a reflexionar y a interpretar los textos, ¿también
hay un ritmo individual?
Por supuesto, cada niño aprende todo a su
ritmo. Cada alumno llegará a metas diferentes en tiempos diferentes. Además,
este es un proceso de ir y venir. Lo que no podemos esperar es que todos hagan
lo mismo con un mismo contenido porque sus experiencias y su motivación varían
en cada caso.
¿Piensa
que un niño o adolescente puede leer cualquier libro o deben tener cierta
calidad literaria?
Lo que sería interesante es que los niños
tuvieran a su alcance muchas lecturas y que fueran de mucha calidad. Que tengan
mucha libertad para poder escoger: todo lo que tiene que ver con el disfrute de
la lectura está directamente relacionado con el respeto que tenemos por sus
deseos a la hora de escoger.
¿Es
un error habitual?
En nuestra formación literaria tiene
cabida el habernos equivocado muchas veces con los libros, así como la
capacidad de seguir determinadas corrientes o autores, etc. Lo que hay que
primar es que los niños lean.
Una
interesante reflexión…
Hay maestros o padres preocupados porque
los niños solo quieren leer cómics, pero igual ellos solo leen novela
policíaca. Lo importante es que los niños se enganchen con la lectura. Cuando
vemos que hay mucha reiteración o que se enfocan solo a un género es el momento
de invitarles a leer cosas distintas, pero sin hacer uso de la imposición. Como
dice Pennac, “el verbo leer, como otros verbos (amar, por ejemplo), tolera mal
el imperativo.”
Con
un entorno tan estimulante como el que rodea a los niños y niñas hoy en día,
¿cómo se consigue la concentración necesaria para poder comprender aquello que
se lee?
La competencia con lo audiovisual es
dura, tiene mucho atractivo y exige menos esfuerzo cognitivo. Si un niño puede
escoger, seguramente escogerá lo más fácil y lo que socialmente se valora más.
Nuestra sociedad no valora mucho el conocimiento ni las características
vinculadas a la lectura: la concentración, la pausa, el detalle, la tranquilidad,
el silencio. Creo que la mejor manera es que los adultos que forman parte del
entorno del niño le inviten a leer y den ejemplo. No intentando que dejen de
estar atraídos por otros entretenimientos, pero sí dando valor a la lectura. Es
muy importante el papel de las personas que son importantes para ellos.
¿Qué
implica la lectura comprensiva?
En la lectura comprensiva interviene el
texto, pero también el formato, el contenido, la densidad informativa… además
de lo que aportamos nosotros como lectores: la finalidad con la que leemos, los
conocimientos previos, el sentido que le damos a esta lectura, nuestras
creencias, etc. Interviene asimismo la capacidad que tenemos para procesar la
información del texto y ser estratégicos con ella.
Son
muchos factores a tener en cuenta.
La lectura es una actividad cognitiva muy
compleja. Esto explica también que dos lectores no entiendan exactamente lo
mismo cuando leen el mismo texto o que un mismo lector aborde un texto en
diferentes momentos de su vida y extraiga cosas diferentes. La lectura no es
solo “decir” lo que dice el texto, sino elaborar una interpretación
propia para dicho texto, poder comprenderlo y desentrañarlo.
¿Cuáles
son las claves para una comprensión lectora óptima?
Todas las condiciones anteriores entran
en juego. Muchas veces al leer nos damos cuenta que no entendemos nada: puede
ser porque no tenemos suficiente conocimiento previo para entender lo que dice
ese texto, quizá porque no sabemos por qué lo estamos leyendo, o porque nos
aburre. Es necesario tener en cuenta estas variables, sobre todo desde el punto
de vista de la educación. La lectura se enfocará de distinta manera si las
lecturas tienen sentido y responden a una finalidad visible para el lector, si
se adaptan a sus conocimientos previos. Pero deben tenerse en cuenta todas las
variables.
Comenta
que con frecuencia la enseñanza de la lectura se orienta a saber qué dice el
texto y no a la reflexión libre. ¿Qué podemos hacer para cambiar esta
perspectiva?
Saber qué dicen los textos está muy bien,
el problema es ceñir la lectura a un nivel puramente instrumental porque esto
es limitador. Leer nos permite saber qué dicen otros sobre un tema, pero
también nos permite reflexionar pensar sobre lo que nosotros mismos pensamos.
Es una función de la lectura más epistémica, orientada a mejorar nuestro
conocimiento y de lectura crítica. Sabernos situar delante de los textos es
importante.
¿Y
cómo podemos llegar a conseguirlo?
Lo que les pedimos a los estudiantes no
se puede limitar a que reproduzcan qué dicen los textos, sino que deben ser
tareas orientadas a que digan qué piensan de ellos y que encuentren argumentos
para apoyar su propia interpretación, relacionándolo con otras cosas que han
leído. La simplificación está en no ver la diversidad de formas de ser lector,
y de formas diferentes de procesar la información. Es importante saber que
seguimos aprendiendo a leer a lo largo de nuestra vida, el aprendizaje de la
lectura solo empieza en la escuela.
¿Qué
quiere decir exactamente?
Hay que dar a conocer la lectura en todas
sus dimensiones, no hay ninguna razón por la que la lectura se deba enseñar
únicamente de manera reproductiva o instrumental. Esto exige que entendamos qué
significa leer y para qué nos sirve la lectura. Cada disciplina científica
tiene su manera peculiar de codificar la información, por lo que exige una
forma determinada de leer y de escribir. El aprendizaje de la lectura no puede
limitarse a aprender a leer textos narrativos en una determinada etapa del
sistema educativo: aprender a leer de forma profunda, crítica y epistémica es
un proceso que no se desprende de lo anterior, y al que hay que prestarle la
atención que se merece a lo largo de toda la escolaridad.
¿Se
deben propiciar espacios educativos para la lectura?
Todo lo que favorezca la lectura está muy
bien. En los primeros cursos de escolaridad esto se entiende bien: hay espacios
cómodos con estanterías con libros en un ambiente agradable y cuidado. También
ayuda la idea de que no se puede leer todo en cualquier lugar. Yo, si voy
en el metro, puedo leer un correo o una novela -¡aunque seguramente no la
disfruto igual que en una hamaca!-, pero no un ensayo, o una propuesta de
contrato, que requieren mayor concentración.
¿Deben tener una característica especial?
Lo que es más importante de estos
espacios es que se utilicen, y que lo utilicemos todos. Que no sea un espacio
donde los niños van cuando han acabado una tarea, o cuando el profesor está
haciendo otra tarea (corrigiendo, por ejemplo), porque entonces tiene una
consideración como “de relleno”. Si la lectura importa, entonces debe tener un
tiempo para todos, incluidos los profesores. Quizá ellos serán, para algunos
estudiantes, los únicos adultos significativos a los que pueden ver leyendo.
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